Tras darnos una identificación de “visitante” e indicarnos como llegar al edificio correspondiente, nos pusimos en marcha, caminando en grupo, cada uno a su aire y sin intercambiar palabra.
No pude evitar encontrar cierto paralelismo con la película que viera la noche anterior, de triste titulo “Caminantes hambrientos”, uno de esos engendros de serie B sobre zombies, solo recomendables para ver con un grupo de amigos, por las risas que causa y tan solo una vez en la vida (o dos como mucho).
Una vez en destino, unas oficinas decoradas con varios carteles de las películas de la productora, nos recibió una joven muy amable vestida de rojo oculta tras una sonrisa simpática, que nos indicó aguardásemos en una sala contigua.
Al cabo de cinco minutos de aburrida espera, apareció un hombre de mediana edad y cara feliz, embutido en un pantalón negro y camisa blanca típica de oficinista. Pronunció mi nombre en primer lugar con voz que sonó demasiado seria.
Me dieron ganas de levantar la mano y decir: ¡Presente!
Tras nombrar al resto del grupo, nos condujo a una sala donde tomamos asiento alrededor de una mesa redonda cubierta por una montaña de bolígrafos y varios papeles. En una pizarra, resaltaban multitud de aburridos porcentajes numéricos que hacían referencia a distintos pormenores a los que no prestamos mucha atención.
—Buenos días. Me llamo Federico Lompanza —se presentó nuestro anfitrión.
Los siguientes quince minutos resultaron ser un monólogo soporífero sobre la empresa y sus actividades: presencia en más de 50 países, proyección internacional, prestigio comercial, etc... etc...
Cuando hubo terminado y el sueño nos vencía ya a todos, nos entregó unos cuestionarios que nos explicó teníamos que rellenar y que se componían de preguntas tipo ¿Le asustan las masas humanas? O ¿Sufre de ataques de pánico?
El Sr. lompanza nos dejó solos, no sin antes advertir que teníamos veinte minutos para terminarlo.
Comencé a rellenarlo marcando la casilla del “No” casi de manera sistemática hasta que, transcurrido un cuarto de prueba, comencé a preguntarme si no se trataría todo de una broma, dada la naturaleza de las preguntas.